La figura del Tutor, reforzada por otros mecanismos
de apoyo, es indispensable para cubrir espacios de formación que no pueden ser
atendidos exclusivamente en el ámbito de los docentes responsabilizados de las
disciplinas académicas.
El Tutor puede y debe contribuir a la formación
integral de los estudiantes; la diferencia con el tutor es que este tiene como
tarea central procurar la formación de los jóvenes en espacios distintos a los
disciplinares. Lo anterior hace indispensable la buena coordinación del tutor
con los docentes. Deben abordar en común la atención a las necesidades
formativas de los estudiantes y el trabajo que unos y otros realizan debe resultar
complementario. Es evidente que esto exige un destacado sentido de
responsabilidad a partir de una visión y convicción que otorgue la más alta
prioridad a la obligación de impulsar a cada estudiante hacia la obtención de su
mejor resultado posible.
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